“Nos Rodea la palabra/ la oímos/ la
tocamos/ su aroma nos circunda/ palabra que decimos/y moldeamos con la mano/
fina o tosca/ y que forjamos) con el fuego de la sangre/ y la suavidad de la
piel de nuestras armadas/palabra omnipresente/ con nosotros desde el alba”.1
AURELIO ARTURO
Es importante resaltar que la realidad literaria de
Latinoamérica es una espiral de mundos heterogéneos. Cada uno hace su propio
microcosmos pero que en conjunto, marcan la memoria de las regiones y de los
países, experimentándose la diversidad.
Es así, que la lectura permanente de la literatura hecha en
nuestros contextos, necesita ser
visualizada desde toda su significancia, puesto que dentro de los parámetros
internacionales, nos hemos acostumbrado a la reflexión permanente de los
grandes escritores de todas las latitudes; personajes como Julio Cortázar,
Jorge Luis Borges, Macedonio Fernández (Argentina); Vicente Huidobro (en
Uruguay); Gabriela Mistral y Pablo Neruda (Chile); Juan Rulfo, Carlos fuentes y
Octavio Paz (México) y en Colombia Gabriel García Márquez, entre otros… Han
sido objeto de diferentes aseveraciones críticas, trabajos de grado, análisis
literarios, ensayos… en los que las obras son resaltadas a granel, debido a
que, estos personajes pertenecen al Boom
Latinoamericano y sin quererlo, además de la pedagogía del ejemplo que
promulgan, también han sido el foco del cegamiento de las editoriales que toman
estos compendios literarios para estudiarlos en las aulas de clase. Sin pasar a
otros puntos de la literatura menor, expandida o particular.
Al respecto de lo anterior, viene a mí mente la frase del
escritor ruso Tolstoi, en la que para ser
universal hay que pintar la aldea. Convirtiéndose en una consigna para
renovar la importancia, en primer lugar, de lo propio, de lo que nos rodea para
proyectarlo al universo. Y por ello, entre más se escriba y se divulguen los
pensamientos en los blogs, redes sociales y páginas web, el sentido de la
literatura alcanzará latitudes inesperadas.
Ahora, para acercarnos más a la situación de esta
problemática, centrémonos solo en la parte sur-occidental de Colombia: el
departamento de Nariño y su diversidad cultural y literaria. Esta es una región
de cantantes, literatos, artistas, artesanos, entre tantas profesiones, las
cuales dan origen a la frase popular: en
Nariño, el que no canta hace guitarras; metaforizándose una experimentación
de segundos, días, meses, años y siglos de historia, de olor a tiempo e
ingenio, pues las obras propuestas han gozado de la innovación del presente, de
su tiempo.
Lamentablemente, después de la creación viene la expansión
de dicho conocimiento, en el comentario, la reseña, en la presentación, en el
prólogo, en el texto plurisémico. Y es ahí, cuando toda la región intelectual
en el campo de las letras y en el bien común, seguimos con velo puesto, todo,
porque nada de esto se realiza con continuidad, es más nunca se hace.
Entonces, la escritura literaria en Nariño que gira en torno
a diferentes géneros, caso de la poesía,
el cuento, la novela y sus subgéneros; no tiene el estudio pertinente y el
deseado, a la hora de hablar de su crítica literaria. Por ello, El maestro
Javier Rodrizales (2004), retomando las palabras de Cecilia Caicedo Jurado para
dar apertura a su Antología de Poetas y Narradores Nariñenses. Permite re-incidir
en el manejo de la literatura en esta región, que le puede aportar al mundo
literario local y universal, así:
“El
departamento de Nariño, es evidente, debe asumirse integrado nacional y
continentalmente en todos los correspondientes órdenes; y así, su literatura,
por estar, de hecho, incluida en la correspondiente colombiana, latinoamericana
o de habla española en general, tendría que reflejar, en mayor o en menor grado,
las incidencias del desarrollo literario en Colombia y América, a menos que su
abrupta geografía hiciera el papel de “Muralla china” aisladora y hubiera
mantenido a los escritores ajenos a todo contacto de la cultura exterior. 2
Por lo tanto, el papel de las nuevas generaciones en el
siglo XXI, es apostarle a la apertura de la construcción crítica, desde las
lecturas y escrituras interdisciplinares, desde la contextualización del
tiempo. En Nariño no podemos olvidar que la primera novela que salió a la luz
pública fue la Expiación de una Madre de Rafael Sañudo en 1894, pero mucho
antes de esto, periódicos y revistas fueron los promotores de las letras en
este contexto; así recordemos las publicaciones
del Heraldo y el Precursor.
Entonces, desde esos primeros actos y atrevimientos de
consolidar una memoria pública e histórica mediante el creer en la literatura y
la creación de mundos posibles, ideada por muchos escritores. Por eso, al
cumplir en el 2012, ciento dieciocho (118) años desde que la primera novela vio
la luz de la vida editorial, hay un largo camino que recorrer… Por eso, “deseo
que este día y el solsticio de invierno perduren en nuestra memoria como signo
de esperanza; deseo que todas las partituras del sur abran sus sensibilidades
interpretando nuestros sueños porque, mientras haya sueños siempre habrá
vida.3
Y sin lugar a dudas, en este espacio de reflexión,
humildemente busco esparcir una serie de reflexiones que en su momento, amable
lector, espero se conviertan en anotaciones, glosas, prosas, ensayos,
partituras, semas que apunten al desarrollo del reconocimiento de los
escritores de este Sur; el que tanto amamos, disfrutamos, asentimos; rescatando
en la crítica literaria, otra manera de ver la realidad de América Latina con
propuestas fuera de los elitismos y clases dominantes.
La invitación pro tanto a los estudiantes y docentes de la
IEM Luis Eduardo Mora Osejo es seguir cultivando los valores nuestros hasta
universalizarlos.
Ahora, el direccionamiento ¡Lo tiene la palabra!
NOTAS
Y CITAS BIBLIOGRÁFICAS
1. ARTURO, Aurelio (1975). Morada al Sur. Biblioteca Básica
Colombiana. Instituto Colombiano de cultura. Bogotá, Colombia, p. 40-42
2. RODRIZALES, Javier (2004). Antología de poetas y
narradores nariñenses. Editorial Xexus Edita, Impresión Visión-Creativa. Pasto,
Nariño, p. 9
3. SÁNCHEZ FAJARDO, Silvio (2010)…Y ahora preguntemos a los
recuerdos. Editorial Universitaria.
Pasto, Nariño, p. 65